el movimiento de la raíz

Momento “glorioso”, a la vuelta de una vida indiferente, que ni siquiera se nos muestra de frente, sino ya, airosa, la vemos pasar de espaldas. Muchas veces, no se nos brinda ese “placer?... En ese momento, no hay cabida para la indecisión, para más incertidumbre; realmente no tiene mucho sentido puesto que nosotros también estamos de vuelta de todo y sólo queda contemplar y terminar de aprender. Que absurdo suena todo esto. Hemos aprendido, y no nos ha servido más que para eso, para ser conscientes del fracaso frente al éxito. Y digo glorioso, no sé bien por qué, aunque podríamos obtener de dicho momento una recompensa tan instantánea, que puede parecer justa, pero que no lo es, cuando un instante después, sigue y sigue pasando el tiempo con el pesar de no ser esperado por nadie, desde luego por nosotros tampoco; me cuesta mucho pensar que a esas alturas se espere tal cosa. Es un tiempo, consciente de su caducidad; nos hace conscientes de ello y es lo que nos sirve para terminar de apreciarlo en el mismo instante en el que desaparece. No puedo por menos que preguntarme de qué sirve después todo eso. No creo que eso sea una recompensa, aunque sin lugar a dudas puede aparecer muy bien maquillada.

Personas muy nobles, con la cabeza muy alta tras grandes palos y grandes humillaciones; personas a las que después de todo, ni la “justicia” del tiempo les ha quitado la mezquindad y el pesar que llevan dentro por tanta ingratitud (léase esto último con antónimos si se prefiere) En ese mismo momento se doblegan, se sublevan y, antes de mirar hacia delante, vuelven la cabeza y a la vida le devuelven la misma mirada indiferente que ésta ofrece (a mí, me parece eso, aunque es posible que lo último que hagan sea baremo. Sería como revolcarse en heces: un acto masoca) La balanza se vuelve a equilibrar, el círculo quizá parece que se cierra, pero no es así; no nos podemos conformar con toda esa porquería; la balanza, en el tiempo, nunca es justa, porque el pasado pesa aún mucho más que el presente en esos imbéciles momentos. Porque no nos gusta que nos tengan encerrados y como premio nos echen cacahuetes. Esa vida es una mierda, y la mirada fría e indiferente de esas personas, que en ese preciso momento prefieren mirar hacia atrás, aún cuando se les ofrece, por un espacio de tiempo tan pequeño, una ventana por la que tomar aire, me ofrece una lección demasiado grande para digerir… espero ese día con toda mi alma; espero la oportunidad de escupir a esa miserable a la cara, por todos ellos, quién sabe si también por mí, y de llorar a la vez por ella, porque quizá podría haber sido de otra manera; sin tanta hez, tal vez sin necesidad de ventanas, pero con humildad, orgullo y agradecimiento.

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“la experiencia es una derrota, y hay que perderlo todo para aprender un poco”

(Stendhal)

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(cuando las palabras dejan de interpretar y son sólo eso: palabras...)