un cuadro ambiguo

“Este nuevo Office 2007 es un poco rarito”, - me digo a mi mismo mientras pienso antes de ponerme a escribir sin ninguna idea en particular -.

Empieza nueva semana, y junto con estas primeras líneas, otra historia sin más fundamento que el que le otorguen las siguientes palabras: hoy os quiero hablar de un amigo; su nombre es Petrojo. Petrojo es un chico introvertido y muy listo, tan listo, que suele pasar desapercibido. Mucha gente no repara en él, yo sí, y eso es suficiente para que lo haga especial; especial para mí, claro.

Conocí a Petrojo un día de lluvia. Él huía de un chucho cabrón que la había tomado con una de las ruedas de su bicicleta. No llevaba chubasquero, y al igual que a la mayoría de nosotros, la tormenta le había pillado totalmente por sorpresa. Yo observaba la escena al resguardo de un soportal – como todos -. La verdad que todo aquello me pareció de lo más pintoresco, el día estaba gris y Petrojo, junto con aquel odioso chucho, eran los únicos que quedaban bajo la lluvia. El resto, no podíamos hacer otra cosa, que observar.

A Petrojo, entre el chucho, la lluvia y el fuerte viento, se le podía ver realmente angustiado, lo estaba pasando realmente mal, ya que no podía dar ni dos pedaleadas sin que el perrito se le enganchara al tobillo. Al final, cayó al suelo de manera muy aparatosa reventándose literalmente las rodillas contra el piso de adoquines. Pese a la oscuridad que reinaba y al fuerte temporal, pude ver con detalle el hilillo de sangre que escupió su rodilla cuando se incorporó - visto y no visto -. Entre la pequeña multitud, congregada en aquella plaza, pude adivinar algunas risitas burlonas – a mi no me hizo ni puta gracia -, al chaval se le veía bastante jodido, y para colmo, el puto perro ahora la había tomado con su levita. Me entraron unas ganas de pegarle una patada al chucho y a todas aquellas personas... , que al final opté por no hacer NADA.

Creo que en aquella última decisión, antes de perder de vista a Petrojo, fundé toda nuestra amistad. Desde aquel día, me siento realmente mal, y la única solución que encuentro es pedirle perdón a Petrojo, claro que primero tendremos que coincidir en otro día de lluvia, pues desde entonces, no le he vuelto a ver.