- Oiga! Se le ha caído la oreja…
- ¿A quién, a mi?
- Si, si, a usted, a usted. ¿No la ve? Ahí abajo, junto a su zapato.
- ¡Esa oreja no es mía, por Dios!, ¿es que no ve que la mía la tengo aquí?, mire, mire…
- ¿Y qué me dice de la otra?
- ¡Pero por Dios!, ¡¿cuántas orejas quiere usted que tenga?!
- Hasta dónde yo conozco las personas tienen 2 orejas…
- Mire que es usted estúpido. Dos orejas dice…
- …
- ¿Y para qué demonios tendríamos que tener otra oreja?, ¿es que no nos basta ya con una?; y demasiado es, que para lo que uno tiene que escuchar…
- ¿Me toma el pelo?
- ¡Oiga, mire usted, no tengo tiempos para pamplinas! Llevo ya retraso por culpa suya; no sea impertinente.
- Pero señor…
- ¡Está usted a punto de encontrar algo que de seguro no andaba buscando! Si me disculpa…
- Pero mira que es usted bruto. ¿Se va a ir sin su oreja?
- ...
En ese mismo instante, el hombrecillo con sólo una oreja se giró muy lentamente; sonaron todas sus articulaciones cuando se agachó a recoger aquel trozo de carne que, por su puesto, ¡no le pertenecía! Y, con gran fuerza y destreza, propinó al “¡osado joven!” tal guantazo, que le quedó la “tercera” oreja incrustada en su mejilla izquierda. El joven quedó aturdido durante unos minutos, tras los cuales, aquel pobre hombre, con su ritmo cansino, llevaba ya cinco esquinas de ventaja. El caso es, que cuando el joven quiso darse cuenta, el viejo ya no estaba. Se había desvanecido dejándole aquella oreja perfectamente anexionada en su fisonomía, como si siempre le hubiera pertenecido. Ni mucho menos sentía dolor, más bien incertidumbre.
“¿Qué demonios hago ahora con tres orejas?"
- ¿A quién, a mi?
- Si, si, a usted, a usted. ¿No la ve? Ahí abajo, junto a su zapato.
- ¡Esa oreja no es mía, por Dios!, ¿es que no ve que la mía la tengo aquí?, mire, mire…
- ¿Y qué me dice de la otra?
- ¡Pero por Dios!, ¡¿cuántas orejas quiere usted que tenga?!
- Hasta dónde yo conozco las personas tienen 2 orejas…
- Mire que es usted estúpido. Dos orejas dice…
- …
- ¿Y para qué demonios tendríamos que tener otra oreja?, ¿es que no nos basta ya con una?; y demasiado es, que para lo que uno tiene que escuchar…
- ¿Me toma el pelo?
- ¡Oiga, mire usted, no tengo tiempos para pamplinas! Llevo ya retraso por culpa suya; no sea impertinente.
- Pero señor…
- ¡Está usted a punto de encontrar algo que de seguro no andaba buscando! Si me disculpa…
- Pero mira que es usted bruto. ¿Se va a ir sin su oreja?
- ...
En ese mismo instante, el hombrecillo con sólo una oreja se giró muy lentamente; sonaron todas sus articulaciones cuando se agachó a recoger aquel trozo de carne que, por su puesto, ¡no le pertenecía! Y, con gran fuerza y destreza, propinó al “¡osado joven!” tal guantazo, que le quedó la “tercera” oreja incrustada en su mejilla izquierda. El joven quedó aturdido durante unos minutos, tras los cuales, aquel pobre hombre, con su ritmo cansino, llevaba ya cinco esquinas de ventaja. El caso es, que cuando el joven quiso darse cuenta, el viejo ya no estaba. Se había desvanecido dejándole aquella oreja perfectamente anexionada en su fisonomía, como si siempre le hubiera pertenecido. Ni mucho menos sentía dolor, más bien incertidumbre.
“¿Qué demonios hago ahora con tres orejas?"
5 comentarios:
Teté!!qué gusto leer algo así después de la jornada laboral...me ha parecido buenísimo!!además, el pobre hombre tiene razón, mucho mejor tener una oreja, porque así puedes girarte cuando escuches cosas malas...y ya no las oyes!!sobre todo las que salen de boca de políticos, que cada día se lucen más en este país...Aunque da más pena el joven, con 3 orejas, lo oirá todo más alto??en superestéreo o qué???y encima deforme...eso le pasa por pesao...
(vaya rollo he soltao, pero qué vía de escape más buena en los últimos minutos del curro...)
¿Te gustó de verdad? jejejejej, la verdad es que es un texto de esos que no piensas y que te va saliendo solo. Reconozco que lo escribí como en 2 minutos, no más, y por eso dudaba si colgarlo o no. Sin embargo, hablando conmigo mismo sobre el tema que acababa de "vomitar" sin prestarle mucha atención ( como cada vez que se vomita ), pensé que había sido bastante reflexivo. Como si el subconsciente intentase hacerme recapacitar sobre el tema de las orejas...
La verdad es que cuando lo terminé de mescojoné de mi mismo :)
La verdad es que a veces preferiría no tener orejas, para no escuchar sandeces, pero bueno, el olfato y el tacto tampoco son desdeñables.
Nos vemos esta noche, toca concierto
Buena historia, me recordó a La Nariz de Gogol. Besos.
Gracias Luna. Espero que disfrutes de esas vacaciones. Y nuevamente, gracias por recordarme los cuentos de Gogol, hace tiempo que quiero leerlos pero Dostoievski es un amante muy celoso :)
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